La terapia debe comenzar lo antes posible. Los niños que reciben terapia temprano en su desarrollo (aquellos menores de 3 años de edad) tienden a tener mejores resultados que aquellos que comienzan la terapia más tarde.
Esto no quiere decir que los niños mayores no se benefician de la terapia, sino que lo hacen a un ritmo más lento porque ya han aprendido otros patrones que deberán cambiar.